Vivimos en un mundo y en una cultura que ha exacerbado la energía masculina. Nos criamos con la idea de que hay que ser fuertes, trabajar duro para lograr objetivos, ir para adelante, no quejarnos, y no perder el tiempo. Es un mundo donde lo que rige es lo masculino. Y hablamos de energías, no géneros. Tanto hombres como mujeres nos hemos acostumbrado a vivir anclados en el deber y en una visión lineal de la vida, una visión que a la vez es de carencia. Creemos que los recursos son limitados y que debemos luchar contra un otro para tener lo que quiero. Hay una idea de un Yo vs. un Tu.
La energía masculina naturalmente se orienta hacia sí mismo y da prioridad a lo que quiere, le sirve y necesita, por encima del bienestar del conjunto. Tiende a dividir y separar. Esto viene de miles de años de tener una programación orientada a la supervivencia. En el mundo actual estamos desconectados de lo femenino. La naturaleza de la energía femenina es absolutamente poderosa, abundante e intuitiva y por eso da miedo y ha sido acallada. Lo femenino da, nutre, cuida, busca el bien común. Son dos energías bien diferentes que si las tenemos equilibradas son perfectas y se complementan, porque ambas son necesarias.
El problema está en que hay una mucho más exacerbada y valorada que la otra. Lo femenino ha sido visto como débil y como algo que hay que tapar o minimizar: las emociones, la intuición, esa sabiduría del cuerpo y de lo ancestral.
Entonces vivimos dirigidos por la mente, lo racional y la lógica, como si eso fuera todo, ignorando la intuición y los sentimientos. Así vamos pasando por encima del planeta, justificando el uso de la violencia y la agresión para obtener poder y control. Y esto se ve desde las mínimas actitudes cotidianas hasta los grandes hechos de la historia.
Es tiempo de darle lugar a lo femenino dentro nuestro. Es momento de honrar esa sabiduría poderosa y de empezar a evolucionar como especie. Estamos en un momento energético crucial de cambio y saltos cuánticos. Dejar de ver el mundo en separación y ver que en realidad estamos rodeados de abundancia, que hay para todos, y que el avance se logra en unión, en lo colectivo y no en competencia.
Namaste, María
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